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    Un centro de estudios que asegura trabajo

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    Un centro de estudios que asegura trabajo

    El Instituto de Tecnología Jorge A. Sábato: cumplió 10 años una exitosa experiencia científica y educativa

    Se gradúa el 85% en cuatro años.


    Pasillos amplios y brillantes, pinturas en las paredes, una biblioteca dotada de las últimas publicaciones científicas, laboratorios con buen instrumental, profesores que son al mismo tiempo investigadores reconocidos en sus especialidades y comparten con los alumnos entre ocho y nueve horas diarias.
    ¿Un centro científico de Boston, París o Berlín? No, el Instituto de Tecnología Profesor Jorge A. Sábato, de Buenos Aires, un notable emprendimiento de la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea) y la Universidad Nacional de General San Martín (Unsam) dedicado a la formación de ingenieros en materiales. En el escenario plagado de estrechez de la ciencia argentina, es un logro que toma por sorpresa.
    Si es verdad que, como alguna vez dijo Carlos Pellegrini, sin industria no hay nación, el Instituto Sábato cumple una importante tarea. Creado hace una década, ostenta varios récords en su haber. Por ejemplo, allí se gradúa -indefectiblemente en cuatro años- el 85% de los alumnos. Pero además todos los egresados están trabajando: en estos dos últimos años sus directores tuvieron más demanda de profesionales que la que pudieron satisfacer.

    Una disciplina postergada

    "La ingeniería en materiales es una de las áreas que fueron definidas como prioritarias para el país -afirma el secretario académico, licenciado Luis Quesada-. Es una disciplina que desde hace años ganaba reconocimiento en el mundo, pero en la Argentina no se apreciaba." Corría 1955 cuando el profesor Jorge Sábato creó el primer curso de excelencia en metalurgia. "Antes no se sabía de metales -afirma el doctor José Galvele, director del Instituto-. Uno se recibía de químico y apenas sabía que el sodio es un metal. Sábato descubrió que había que formar a los científicos y trajo especialistas de primer nivel. Aún hoy es raro encontrar un laboratorio de metalurgia en América latina donde no haya egresados de esos cursos."

    Pero recién a principios de la década del noventa la Universidad de Mar del Plata decidió crear por primera vez una carrera de este tipo. Hoy, el Instituto Sábato intenta reeditar, en tecnología, la exitosa experiencia del Instituto Balseiro en física básica y aplicada. Quienes desean ingresar -no más de quince o veinte alumnos por año, y prácticamente la mitad del interior del país- deben haber cursado el segundo año de carreras como física, química, matemática o alguna ingeniería, rendir un examen y pasar por una entrevista personal. Tendrán que demostrar interés y aptitud para estudiar, pero recibirán a cambio una formación de excelencia y una beca de hasta 550 pesos mensuales para dedicarse con exclusividad al estudio.

    A juzgar por la experiencia de estos primeros diez años, el sistema da buenos resultados: "El alumno está prácticamente todo el día con investigadores y se empapa en una diversidad de temas -asegura Quesada-. Tiene entre seis y siete horas de clases formales, que se hacen ocho o nueve por las actividades que realiza en el centro". Durante cuatro años de formación, los jóvenes estudian temas relacionados con la estructura de la materia, la física del sólido, la mecánica, la física atómica y la relación de todo esto con el comportamiento y las propiedades microscópicas de los materiales, su estructura funcional y su empleo en la producción.

    "Este es un lugar de estudio inusual -subraya el ingeniero Luis De Vedia, director de la carrera-, porque por la exigencia de ir dando las materias inmediatamente de finalizado el curso, quienes ingresan prácticamente saben qué día se van a recibir."

    Y enseguida agrega: "Podría pensarse que la relación docente-alumno que tenemos en el Instituto Sábato es un lujo para el país. Pero si usted tiene en cuenta la cantidad de gente que ingresa y egresa en una facultad convencional, el costo por alumno egresado es altísimo".

    Quesada, Galvele y De Vedia no pueden menos que mostrarse orgullosos: "Tenemos 16 chicos que están haciendo su doctorado en institutos y universidades de los Estados Unidos, España, Suiza y Alemania, y dos en empresas de Holanda y Suiza -afirman-. Algunos hechos anecdóticos nos confirman que están muy bien formados. Por ejemplo, en el extranjero frecuentemente les proponen estudiar temas que ya vieron extensamente aquí. Uno de ellos incluso nos comentó que, a poco de llegar, le recomendaron un libro... ¡Y era de uno de sus profesores del Instituto!

    Por Nora Bär
    De la Redacción de LA NACION
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